miércoles, 26 de marzo de 2014

La luz de la naturaleza en la literatura

          La naturaleza y la expresión de los sentimientos, que ella genera o en ella se proyectan,  ha tenido diferentes visiones a lo largo de la Historia de la Literatura.

Nos  centraremos en el Renacimiento y el tópico literario "Locus amoenus", que refleja en los escritos una naturaleza agradable, hermosa, idealizada, cómplice de los sentimientos del autor.

Nivel educativo: 3ºESO

Áreas implicadas: Lengua Castellana

Lee este fragmento de la Égloga I de Garcilaso de la Vega y responde:
  • Selecciona los  elementos de la naturaleza que  nombra el autor ¿Qué sentimientos te generan?
  • ¿Qué cualidades se destacan de ellos? 
  • Expresa con tus palabras lo que Garcilaso nos quiere transmitir y cómo la naturaleza es cómplice de estos sentimientos.
                                                         Corrientes aguas, puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado, de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
yo me vi tan ajeno
del grave mal que siento,
que de puro contento
con vuestra soledad me recreaba,
donde con dulce sueño reposaba,
o con el pensamiento discurría
por donde no hallaba
sino memorias llenas de alegría.
 
En su poema Vida retirada, Fray Luis de León, destaca la paz, armonía y equilibrio que encuentra en la naturaleza, en los momentos sencillos, en su "huerto", donde no hay envidiosos ni envidiados, donde no se necesita más que aquello que se tiene.

  • Explica las sensaciones que transmite este poema en relación con los sentidos (oído, olfato, gusto, tacto y vista).
  • ¿Qué simbolizan el cetro y el oro? ¿A qué recurso literario hacen referencia?
¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido! (...)
Despiérteme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no a los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atentido. (...)
Del monte en la ladera,
por mi mano plantado, tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el  fruto cierto.
Y luego sosegada,
el, paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.
El aire el huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruido
que del oro y del cero pone olvido. (...)
Y mientras miserable-
mente se están los otros abrasando
con sed insaciable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

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